No son anónimos. Pero casi. Como en la sociedad, en el
deporte también coexisten distintos peldaños y en muchos casos vienen
determinados de igual modo por el poder económico. Ellos se hallan en el rango
más bajo de esa pirámide, lejos del mundanal ruido de las altas esferas de la
popularidad. Mientras todos los focos mediáticos deslumbran a las estrellas del
fútbol, ellos son los que se esfuerzan día tras día para brillar con luz propia,
pero sin embargo, el planeta balompié les eclipsa. Así, sin permitirse lujos más
que los necesarios para brindar a su cuerpo el cuidado básico, detrás de la
sonrirsa lampante que se dibuja en su cara cada vez que saborean las mieles del
éxito, se esconde una vida repleta de sacrificios y dureza para que su rostro
sea objetivo de las cámaras. Un rostro que sale en cuestión de días del
anonimato para después volver a ponerse la máscara del desconocido, con la que
se mueven sin hacer apenas ruido entre las multitudes, como si fueran uno más.
A la práctica lo son. La competición es exigente y cruel y sin resultados no
hay garantía posible de cubrir las necesidades, por básicas que sean. Tampoco
te asegura el futuro. Dista mucho del deporte rey, en el que basta vivir de las
rentas de la federación o aportar tu experiencia en televisión. La solución es
clara: compaginar el deporte con los estudios para labrarse un porvenir . Como
un joven normal, como todo ciudadano en nuestros días. Por semejanza y
cercanía, ellos deberían ser nuestros verdaderos ídolos, nuestros verdaderos
representantes en el deporte.
A menudo son maltratados. Triturados mediáticamente. Los
medios de este país son tan oportunistas,
tan carroñeros, que aprovechan cualquier escándalo con tal de copar páginas y
páginas y captar audiencia, aunque jamás hayan escrito una sola noticia sobre
ellos. Incurren en el delito de violar el ‘’aquello que llama la atención no es
lo importante’’, una de las máximas del periodismo. Recientemente el caso del
equipo de natación sincronizada lo ejemplifica a la perfección, no hay que
remontarse a tiempos inmemoriales. Este es el escenario en el que actúan los
protagonistas del drama de los llamados deportes minoritarios, un término tan a
menudo mal empleado por muchos de los profesionales de la comunicación. Naturalmente
hay muchos que podemos incluir dentro de esa palabra, pero es un crimen hacerlo
con el atletismo y la natación, los reyes de las Olimpiadas.
Si se lo proponen, los medios tienen a su alcance infinidad
de recursos para manipular a las masas, no obstante quien tiene la información
tiene el poder. Tanto es así que los cuatro periódicos deportivos de España
emprenden a diario una guerra dialéctica en la que se proclama vencedor el que
peor parado deja al rival, llámese Barça o Madrid. A la vez ejercen de focos de
infección que contagian a la sociedad el virus de la futbolitis, el causante de
que nos ríamos ante la posibilidad de acoger los Juegos de 2020 en Madrid
viendo nuestras bajas prestaciones cada cuatro años. Pecamos de jactancia cada
vez que un español logra un éxito porque, dejándonos guiar casi con los ojos
cerrados por la prensa, nos consideramos una potencia deportiva a nivel
mundial, confundiendo la velocidad con el tocino. Atravesar por el periodo de
mayor gloria de nuestro deporte no implica necesariamente ser un referente. Nos
olvidamos de que lo que verdaderamente calibra la salud deportiva son los
Juegos Olímpicos, y, al llegar los mismos, nos damos cuenta de la mentira sobre
la que está edificada nuestra cultura deportiva, sustentada por el fútbol y
poco más.
Uno de esos que llevan el invisible distintivo de deportista
anónimo es Joel González, el nombre que más ha sonado
últimamentre tras ser uno de los pocos en hacer sonar el himno español en
Londres. Pese a estar ante la posibilidad de convertirse en una leyenda del
taekwondo con todo lo que ha ganado a sus 23 años, en el catalán se reproduce
ese prototipo de deportista del que hablamos. Es la definición del éxito pero
eso no quita que sus estudios de Criminología en la Universidad Autónoma de
Barcelona y de ADE a distancia ocupen un
espacio importante en la vida del de Figueres. Su favoritismo al oro olímpico
era justificado por su condición de campeón europeo y mundial, logros que jamás fueron destacados con el
revuelo que merecían por los medios o que quizá se situaron en un rinconcito del periódico.
Hasta que no se erigió en héroe español en los Juegos, la prensa no se hizo eco
de su persona y en consecuencia empezó a ganar fama de forma exponencial. Algo
muy triste.
El taekwondo es el modelo a seguir por los deportes
minoritarios. Tres representantes en Londres, tres medallas, a pesar de ser una
de las muchas víctimas de la futbolitis. En este caso, como dijo Juan Antonio Ramos en su
carta de retirada, ‘’existe el taekwondo y los demás deportes’’.
El recorte del 40% en deporte anunciado por el Gobierno no
augura un mejor futuro para ellos. Como en otros países, la solución pasa por
el patrocinio privado, pero en unos tiempos de crisis y la poca colaboración
que ofrece una prensa enferma con el fútbol, se antoja harto complicado. Pero
acostumbrados a tantos, tratarán de sortear un nuevo obstáculo que se les
presenta en la larga escalada hacia la cima de la gloria olímpica. Al fin y al
cabo son unos expertos en eso, en aprender a bailar bajo la lluvia sin esperar
a que pase la tormenta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario